VIRUS MENTALES
Opinión
Los virus mentales
Es frecuente oír a educadores profesionales y a padres y madres que los adolescentes no tienen interés por el estudio, que en el colegio y en casa sólo se les ve estudiar en vísperas de exámenes. Son “estudiantes”, pero la mayor parte del curso lo pasan sin estudiar y, por supuesto, estudian menos aún el resto del año. Es evidente que no se ha logrado que les guste estudiar.
¿Por qué sucede así, si estudiar y aprender es una actividad gratificante que da satisfacción, enriquece la personalidad, desarrolla las potencialidades mentales, instala en el cerebro informaciones cualificadas, acumula conocimientos, ayuda a producirlos, promueve competencias personales, da seguridad, abre nuevos horizontes, satisface curiosidades, da respuesta a muchas preguntas y ubica al verdadero estudiante con mayor autonomía y control del entorno?Es mucho más grave que los estudiantes no gocen el estudio, no quieran estudiar y hagan solamente un “esfuerzo” para los exámenes, que el que se aplacen en dichos exámenes. Si no gozan el estudio, si no quieren estudiar han generado una actitud que, si no la cambian, trascenderá para toda su vida y les mantendrá en una pobreza acumulativa y matriz de otras muchas pobrezas humanas. Sucede así por muchas causas, por ejemplo, por los virus mentales. Lofland (1998) ha denunciado como “virus mentales” a ideas y creencias negativas con respecto al estudio, que se convierten en estorbos, limitaciones, obstáculos internos para el aprendizaje. Son virus mentales ciertas creencias como el considerar que el estudio supone un “sacrificio”, un “esfuerzo duro”, un “trabajo obligatorio” o bien cuando lo referimos a algunas asignaturas concretas, como cuando generalizamos y decimos que la matemática o la física “tienen que ser difíciles”. Estas creencias, estos virus son reductores de la motivación, asustan y bloquean a la mente antes de empezar y durante el proceso del estudio, engendran angustia y temor que son pésimas emociones para percibir serenamente, acoger, interpretar, comprender, disfrutar, guardar en la memoria y construir conocimientos. Para sacar esos virus hay que “desaprender” esas falsas creencias y cambiarlas por ideas y convicciones verdaderas, como que el estudio es fuente fecunda de satisfacciones y recurso para identificar los problemas que nos agobian y ponernos en el camino hacia donde les podemos encontrar soluciones. Otra causa está en que a los estudiantes se les ofrecen estudios sobre temas que no les interesan, que no son “significativos” para ellos, que no les afectan, que están lejos, muy lejos de sus necesidades, de los problemas, las expectativas y los sueños que ellos tienen. Se trabaja en Educación Media con currículos abrumadores por la cantidad de sus asignaturas, que por ser tantas tienen que ser presentadas superficialmente sin poder descubrir su trascendencia. Los alumnos sólo llegan a ver las cáscaras de las asignaturas, no tienen tiempo de pelarlas y disfrutar con la pulpa sabrosa de las ciencias.A esto se añade que muchos de los profesores y profesoras de los adolescentes no manejan la didáctica a nivel de expertos. El modo como se les ofrecen las asignaturas en las aulas sigue siendo el sistema tradicional de “docentes” que hablan, dictan, explican oralmente lo que los estudiantes deben aprender de memoria. En vez de ayudarles a que los estudiantes aprendan a construir los conocimientos, se les obliga a que memoricen las lecciones para repetir lo que el profesor les ha dicho. En la mayoría de los casos, la enseñanza no estimula la mente ni da herramientas para que los alumnos sientan el desafío y el gozo de conducir la metodología para construir y producir sus conocimientos. Cuando muchos adolescentes están ya volando con el manejo de nuevas tecnologías de la información y la comunicación como los teléfonos celulares y las computadoras con acceso a Internet y al mundo, normalmente la educación formal de la mayoría de los educadores profesionales sigue con la tiza y el dictado. Hay otros virus en la mente de los adolescentes, frecuentemente contagiados por los virus de los padres, de los profesores y por una sociedad sin carta de navegación, la mayoría de los adolescentes tienen la mente llena de ruidos, de provocaciones, de incertidumbres, de inseguridades, de confusión... Todos los educadores, profesionales y familiares, toda la comunidad educativa social, debemos comprometernos con un plan realista e inteligente de higiene mental antivirósica.
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